Sinopsis

El padre pródigo retrata las ambiguas relaciones entre los miembros de una familia cuyo padre
(Hernán, un profesor de literatura en la Universidad) se fue sin despedirse hace 20 años
y desde entonces no ha vuelto a comunicarse.
Durante estos años, sin embargo, la familia ha mantenido intactas sus viejas estructuras,
como si se tratara solamente de una ausencia pasajera. La verdadera crisis sobreviene cuando
Hernán regresa como si nada hubiera pasado y todos pretenden que, como Odiseo,
ocupe el sitio que abandonó años atrás.



lunes, 13 de septiembre de 2010

Volver a lo mismo de antes

Concepción Moreno / El Economista

Hay una canción de Jaime López, un muy divertido dueto con el Piporro, que se llama “Por cigarros a Hong Kong”. Canta la letra más o menos así: “Ahí te dejo con el piso limpio, con la mesa puesta, con la cama hecha, con ése tu jarrón, qué aburrida vida, ¡me voy a Hong Kong!”.

Hernán, el protagonista de El padre pródigo, pieza impecable del dramaturgo Flavio González Mello, seguramente la cantaría con todo el corazón. Más o menos eso le hizo a su familia: a media cena dijo que iba por cigarros a la esquina… y nomás se tardó 20 años en regresar.

Atrás se quedaron Cecilia (interpretada con una soltura dolorosa por Dobrina Cristeva), la esposa a la que conoció cuando los dos estudiaban Letras en la UNAM, Ceci (Leny Gruber, que doma con trabajo a su personaje pero al final lo saca muy bien), la hija mayor hoy a punto de doctorarse en Literatura Comparada y Nan (Carlos Pedreira, que por momentos se lleva la obra) el hijo furioso cuya capacidad para los insultos es casi tan notable como su tardanza en terminar la prepa y buscarse un trabajo.

Esto no es Ítaca y Cecilia no es Penélope: ante la ausencia de Hernán, Camargo (Emilio Guerrero, perfecto como un tipo bueno, inteligente y completamente inofensivo) un doctor de Matemáticas, maestro de secundaria, ocupa la mitad de la cama matrimonial.

El cuadro lo completan Jaime (Gabriel Alvarado), el novio de Ceci desde la secundaria, y Laurita (Olivia Lagunas), la novia de Nan, adorable y fofa como un pastelillo de crema.

A este tedio cotidiano, Hernán vuelve de improviso una tarde cualquiera después de haber andado por quién sabe dónde acompañado de una adolescente muda, la despampanante Analí (Gimena Gómez).

¿Lo recibe el reproche, el rencor, la alegría? No: lo recibe su plato que no ha dejado de colocarse en la mesa durante 20 años. Ni siquiera hay un gran duelo de machos entre Hernán y Camargo ni entre Nan y su padre -nada que no resuelva con una cachetada y una partida de cartas- porque la vida familiar de esta familia es un asfixiante cuadro de inmovilidad igual que los ámbares que Hernán solía regalarle cada cumpleaños a su mujer.

El padre pródigo es un fantástico ensayo sobre todo lo que pueden aguantar las familias con tal de seguir resguardadas en la rutina cuyo calor da siempre la sensación de que se sobrevive aun cuando sólo se esté en animación suspendida.

Serán Ceci y Hernán los cables conductores de las tensiones evidentes para ellos, apenas aire viciado para los demás.

La dirección del chileno Martín Erazo es sobresaliente, da a sus actores el temple indicado para ver en el escenario un pedazo de lo cotidiano, que es siempre lo más esquivo.

El padre pródigo es parte del festival DramaFest Bicentenario y estará en escena sólo hasta el 30 de septiembre. No debe perdérsela.

Publicado en El Economista, 9 de septiembre de 2010