Sinopsis

El padre pródigo retrata las ambiguas relaciones entre los miembros de una familia cuyo padre
(Hernán, un profesor de literatura en la Universidad) se fue sin despedirse hace 20 años
y desde entonces no ha vuelto a comunicarse.
Durante estos años, sin embargo, la familia ha mantenido intactas sus viejas estructuras,
como si se tratara solamente de una ausencia pasajera. La verdadera crisis sobreviene cuando
Hernán regresa como si nada hubiera pasado y todos pretenden que, como Odiseo,
ocupe el sitio que abandonó años atrás.



martes, 8 de marzo de 2011

Cinismo y levedad

Luz Emilia Aguilar Z. / Excélsior

Avisó que saldría por cigarros y volvió 20 años después. Su lugar estuvo en la mesa, vacío, durante décadas. Hernán, el Padre Pródigo, marido de Cecilia, no recibió de ella ningún reproche por su abandono. Regresó sin aviso para desaparecer tan súbito como la primera vez. En la más reciente obra dramática de Flavio González Mello tenemos una posibilidad de la familia mexicana hoy, que nos abre una perspectiva de comparación con lo que ésta fue durante los siglos pasado y antepasado, y con las primeras representaciones de la familia humana en el teatro, en la antigüedad. El Padre Pródigo, en la pusilanimidad, fracaso, irresponsabilidad, cinismo de su protagonista, dibuja una metáfora del gobierno mexicano del siglo XXI, que usufructa el poder, pero no asume la carga de sus tareas esenciales, incumple y nada pasa ¿Quién se lo reclama?

Flavio González Mello abre con El Padre Pródigo una línea de investigación lejos de las grandes gestas de la historia que caracterizaron 1822, el año que fuimos Imperio o Lascuráin, y entra en la comedia de las relaciones intrafamiliares. El padre renuncia a su esposa, hijos, carrera en la literatura. Ávido lector, decidió que de libros había tenido bastante y dejó en casa una biblioteca que sembró en otros, su hija, la novia de su hijo, la pasión por la lectura. ¿A dónde fue? ¿Qué obtuvo a cambio? A su retorno lleva consigo a una bella joven que no habla. Queda en el misterio su identidad: ¿Es su amante? ¿Su hija? Cuando él se va de nuevo, la deja con Cecilia. La madre responde al arquetipo de la abnegación y el control, desprovista del chantaje. No es la "Mater Dolorosa", es una nueva proveedora que no se queja, ni marca límites. Cecilia es una Penélope sin heroísmo, ni lealtad. Si la comparamos con Clitemnestra -a quien hace referencia Hernán en su literario temor de que recibirá algún castigo por sus faltas- tampoco muestra deliberada traición, ni venganza: hay conformismo. Tiene un amante, un comodín, de quien dice que ha ayudado a sus hijos, lo que ellos no reconocen, lo desprecian. A ese pretendiente gris, que llega con las manos vacías, Cecilia no le permite ocupar el lugar del marido, ni en la mesa ni en el resto de la casa.

En esta obra de tono cómico, Nan es representación de una apática, apolítica, adormilada juventud, que sigue en la prepa después de los 20 y tantos años. Dedica algo de su tiempo a realizar dibujos animados, sin mostrar en eso, ni en nada más, instinto o voluntad de superación. Insulta, maldice, afirma que no se irá de la casa de su madre porque son suficientes las comodidades que le brinda. Tiene una novia, en cuanto ve la oportunidad de una mejor satisfacción, la deja. Laura, lectora del Ulises de Joyce y de todo libro que encuentra en la biblioteca de Hernán, estudia gastronomía y hace en la casa de su novio las funciones de una empleada doméstica. En este universo de apatía, renuncias, fracaso, indiferencia e irresponsabilidad, la única que parece viva es Ceci, la hija, dispuesta al riesgo, al cambio, a darse cuenta de que algo anda mal, y se va.

Bajo la dirección del chileno Martín Erazo, El Padre Pródigo transcurre en un espacio diseñado por "Kuartoh arq. y diseño" e iluminación de Lidia Margules, que remite a la asfixia en el amontonamiento de elementos. Combina un tratamiento realista con un homenaje literal a Dogville, de Von Trier, con las palabras "Sala", "Comedor" debajo del mobiliario. Al fondo se proyectan imágenes, en una mezcla de elementos que inunda el teatro de exceso. En el reparto destaca Dobrina Cristeva, en el papel de Cecilia, con una lograda presencia que hace palpable la suave asfixia que irradia en su entorno, en la seductora estrategia de su control. En el papel de Nan, Carlos Pedreira ofrece contrastes y fuerza. Como Hernán, Rodolfo Arias transcurre agradable y desparpajado, lejos de dar peso y relieve a su complejo personaje. Ceci tiene una función central, que Leni Gruber, quien la interpreta, no acaba de hacer sonar, desplegar en su vitalidad y conflicto.
Publicado en Excélsior, 23 de septiembre de 2010

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